Por: Sol Fontes Real | Hermosillo, Sonora |
abril 2020
Una de mis más
grandes pasiones es tomar fotos al atardecer o anochecer en la playa. Desde que
empezó la contingencia por el Coronavirus, esa excitante sensación de
capturar las maravillas que
Foto: Sol Fontes Real | Atardecer en Bahía de Kino |
Tengo incertidumbre aunque no la demuestre frente a mi familia y aun cuando me considero una mujer positiva y que está segura que todo tiene una explicación, un tiempo y un porqué, hay días en el encierro donde no encuentro calma ante lo impredecible.
El hecho de ser Comunicóloga quizás sea lo que me provoca estar al tanto de las noticias mundiales que día a día inundan nuestras redes; las cifras, las estadísticas, los números en incremento, la desestabilidad económica, el futuro endeble. Me angustia.
En ocasiones apago todo medio de información y me sumerjo en clases de yoga, bailo, medito, leo un libro, cocino con amor o juego con mi perra. Luego enciendo de nuevo el celular y ahí están los memes, los videos, las cifras, los muertos, los enfermos y las carencias de nuestros servicios de salud.
Foto: Sol Fontes Real |
Me entristece ver a mi hija y su último semestre de prepa truncado. Las reuniones con sus amiguitxs y los planes para su baile de graduación quedaron suspendidos. Ahora estudia por internet, toca el ukulele, pinta con acuarela y juega en línea para mantener el ánimo, pero todo esto dentro de cuatro paredes. Le digo que pronto va a pasar, aun sin saber yo misma cuándo.
Me inquieto por mis padres que quieren continuar con su rutina normal sin temer
a su edad y deficiencias. Son fuertes, pero tercos; no temen que sus 80 años
les demeritan posibilidades.
Mi pareja también zozobra, ya que vive de complacer con su voz y su música a multitudes que aplauden su talento y brindan por la vida. El contacto con sus seguidores ahora se limita a la transmisión de un concierto en vivo por Instagram o Facebook de vez en cuando con remuneración afectiva.
Foto: Sol Fontes Real | Natalia |
A algunas de mis amigas las he visto poco a través de una aplicación dudosa de video conferencia; brindamos, charlamos y reímos sin aquellos nostálgicos abrazos palpables y carcajadas interminables.
Extraño también mi trabajo. La biblioteca llena de historias que compartimos en cada taller, encuentro de lectores o siembras de libros, que hacen mucha falta ahora para mitigar la incertidumbre y el desconcierto.
Esto deja como experiencia lo frágil que somos ante las piezas que a placer mueve el destino. Nada está escrito. No hay ricos ni pobres, jóvenes o ancianos, jefes o empleados. Ante esta pandemia, caen aquellos quienes tienen debilitada fortaleza y no son cuidadosos con la precaución, la higiene o el contacto social, y los costos, sin duda, son la vida o la libertad.
Foto: Sol Fontes Real | Jorge |
Lo que si me satisface de esta fase que estamos experimentando, es el respiro que está tomando nuestro planeta; se está dando una pausa de la corrosión humana y se nota en el aire, en las flores que brotan, en el olor a azahar y en los pájaros de colores que surcan el cielo de mi patio. Tengo esperanzas.
Estoy segura que muy pronto volveré a tomar muchas fotos de hermosos atardeceres y saldremos todos a abrazarnos fuerte. Hablaremos largamente de este 2020 tan desconcertante, y saldremos adelante con muchas ganas de compartirnos, porque estoy convencida que la naturaleza es la respuesta y que definitivamente no necesita, ni sabe lo que es estar en cuarentena.
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