Por: Marta Lemas Campuzano | Hermosillo, Sonora | abril 2020
Desde el 17 de marzo del presente año, mis hijas y yo hemos
permanecido en casa, a excepción de
Foto: Marta Lemas Campuzano |
Los cambios nos son mayores en mi núcleo familiar, a lo que es no asistir a clases escolares y baile, le agregaría unas lavadas de manos extras, más risas con mi pequeña Elizabeth y su idea de que pronto mutaremos a ser murciélagos, su negación a peinarse, porque su cabello esta en cuarentena y cuanta ocurrencia es posible.
Las pláticas sobre ciencia con Victoria, son más largas y adorables, incluyendo las discusiones entre ambas, y uno que otro jalón de pelo.
Pertenezco al grupo de personas que pueden quedarse en casa, lo tengo claro, así como el hecho de que, hace 10 años que me quedo en casa, porque fui pensionada a mi corta edad, por ser víctima indirecta del crimen ABC.
De esta manera hace una década decidí criar, guiar, educar,
y estar presente en el desarrollo de mis dos hijas. Así que ni para ellas ni para mí es extraño,
que acatemos él #QuédateEnCasa.
Más sin embargo, por supuesto, que también mi memoria intacta, de aquellos días de junio de 2009 de control de daños, está en alerta, pues sé lo grave que puede llegar a ser, confiar o creer, en el gobierno.
No negaré, que me quita el sueño, lo que mis ojos han visto, un día cualquiera en algún hospital público y mi mente no para.
Después despierto y suspiro un día más o un día menos, beso la cabeza de mis hijas, preparo el café y junto a Roberto vemos la conferencia matutina del gobierno en turno. Mientras ponemos agua y alimento a Kory y Luna, nuestras perritas.
Hacemos un orden dentro del desorden del día, sobre las tareas a realizar, checamos la despensa y vemos si toca salir por algún alimento o necesidad básica.
Discutimos sobre a quién de los dos le dará COVID-19 o como para cuándo, esta situación terminará.
De pronto escuchamos ruidos, y desde su cama, una niña grita: “¡Milhouse!”, y la otra contesta: “¿Qué?” seguido de la primera. “Dile a Bart que venga”, después viene de la segunda el “Está con Nelson”, y finaliza rematando la primera: “¿Y quién es Nelson?”.
Y va de nuevo, me abrazo al presente, al hoy, sin olvidar jamás.
Mi nombre es Marta Lemas, bueno, hace 10 años 10 meses, que dejé de ser sólo Marta, para ser una madre más, de un niño fallecido en la guardería ABC. Me perfilará por el resto de mi vida...
Imposible olvidar en este abril, aquel mismo mes pero del 2009, de confinamiento por el virus A1HN1.
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